Fragmento de mi historia - Sin título
Matthew entró en el establo, al igual que todos los días, equipado con su ropa de montar y con una gran sonrisa en la cara. Él no solía sonreír casi nunca, y tampoco solía alegrarse con las cosas que ocurría na su alrededor. Pero todo eso cambiaba cuando entraba en ese lugar. Caminaba lentamente mientras miraba dentro de todas las habitaciones. Pero él no estaba en ningún sitio. Matthew comenzó a preocuparse y a impacientarse por su ausencia. Llegó al lugar donde reposaba su pegaso. Éste era más grande que los demás, de color blanco brillante, con una gran crin plateada recogida en una compleja trenza. Sus enormes alas estaban encogidas sobre su cuerpo. Pero lo que más llamaba la atención de su pegaso eran sus enormes ojos azules celestes, como el cielo al mediodía. Pero el noble no se fijó ni en Sunshine, ni en el lujoso establo de éste, sino en el joven que estaba peinándole la crin. La sonrisa de Matthew se ensanchó.
-Buenos días, Dylan – El joven se giró y depositó el cepillo sobre una mesa. Le devolvió el saludo. – Muchas gracias por ocuparos de mi pegaso, está perfecto. – Se acercó al animal y comenzó a acariciarle el hocico. El mozo de cuadras, mientras tanto, cogió una silla de cuero azul y las riendas a juego. Mientras le colocaba toda la equipación, las manos de ambos se tocaron. Una chispa agradable recorrió el cuerpo del noble y le hizo estremecerse. Se pasaba todo el día esperando ese corto momento. Dylan se apartó rápidamente
-Disfrute del paseo, don Sherwood – dijo justo antes de salir de la sala con esa voz grave que a Matthew tanto le gustaba.
Terminó de ajustar las riendas y la silla y salió caminando lentamente del establo. Lo buscó de nuevo con la mirada, pero Dylan no estaba en ningún lugar a la vista.
Llegó a la explanada de Yilakes y se montó en su pegaso con agilidad. Agarró con fuerza las riendas y comenzó a galopar. Se le despeinó más de lo normal el pelo negro y pegó su cuerpo al del animal para ganar velocidad. Le dio un toque con el talón en el costado que Sunshine entendió perfectamente. Desplegó sus majestuosas alas blancas y comenzó a moverlas. Sus patas se despegaron del suelo y comenzó a volar. El cortante viento le golpeaba y abofeteaba en la cara, pero a él no le importaba.
Miró para abajo justo para ver salir del establo a Dylan montado en un enorme pegaso negro. Matthew lo conocía bien. Era Shadows, el pegaso de Josh Keywater, el príncipe de Yilakes. Era espectacular, pero su dueño no solía entrenar con él y por ello siempre Dylan era quien se encargaba de él. En muy pocos segundos adelantó al noble con un suspiro. Matthew hizo que su pegaso volara a más velocidad para intentar hacerle competencia al muchacho. Después de mucho esfuerzo logró ponerse a la altura de Shadows. Dylan le miró con sus ojos café mientras esbozaba una sonrisa.
Después de entrenar un par de horas regresaron a los establos y dejaron a los animales en sus respectivas salas. Y entonces llegaba ese momento del día cuando no sabía si atreverse y tirarse al precipicio o volver a acobardarse como siempre. Pero en ese momento, Matthew estaba cansado de echarse para atrás y nunca intentarlo. Llevaba demasiado tiempo esperando. Así que finalmente sacó la fuerza que necesitaba del fondo de su corazón y habló.
-Dylan, ¿os gustaría quedaros en cenar en mi casa? – Sus mejillas se tiñeron al instante de rojo y sus ojos verdes brillaban de la ilusión. El mozo de cuadras lo observó confuso mientras se lavaba las manos en un barril
-Muchas gracias por vuestra oferta, don Sherwood, pero es demasiada molestia. Soy un simple mozo, y vos, un noble. Tengo que regresar con mi familia. – Una expresión de decepción apareció fugazmente en el rostro de Matthew.
-Insisto, de veras. Os debo mucho por todo lo que hace por mi, y creo que esta es una muy buena manera de agradacéroslo.
-No es necesario, enserio. – Pero él no iba a aceptar un no por respuesta después de esperar tanto tiempo
-No es ninguna molestia para mi. – Finalmente, Dylan asintió
-De acuerdo, pero todavía tengo que hacer algunas cosas antes de marchar.
-Perfecto, así tengo tiempo para prepararlo todo. Os espero en mi casa dentro de un par de horas. – Dylan volvió a asentir y regresó al trabajo.
Matthew llegó rápidamente al palacio de la familia Sherwood, situado encima de uno de los árboles más robustos de la comunidad. Su padre todavía no había regresado, pero su madre ya estaba comenzando a preparar la cena. Se dirigió a la cocina
-Buenas tardes, madre. ¿Te importa que venga un amigo a cenar? – Ella se giró hacia su hijo con una gran sonrisa y una expresión de sorpresa. Él nunca llevaba a nadie a su casa porque, básicamente, no tenía amigos.
-No, por supuesto que no. ¡Me parece una fantástica idea, Matt! – su madre estaba entusiasmada - ¿Hago una cena especial?
-No, por favor, no. Haz algo normal, ¿Vale? No está acostumbrado a las cosas extravagantes. – dijo mientras ayudaba a preparar una sencilla ensalada. Su madre le preguntó de quién se trataba y Matthew respondió con una sonrisa.
-Se llama Dylan. Sé que tal vez te parezca mal, pero es el mozo del establo.
-Matt, no me importa en absoluto de qué clase sea, lo único que a mi me importa es que es alguien especial para ti. – Él adoraba a su madre, ella siempre le apoyaba, por encima de todo. Lo único que ella quería era que él fuera feliz. Pero él estaba nervioso por su padre, éste no era tan tolerante como ella. Tenía miedo a su reacción.
Se pasó la hora siguiente colaborando en la preparación de la cena. Su madre estaba muy contenta e insistió en preparar una cena sofisticada, pero Matthew le obligó a preparar algo normal. Media hora después llegó su padre, Alan, después de su turno diurno de guardia de la Reina. Su hijo le comunicó la noticia, pero omitió el hecho de que Dylan era el mozo de cuadras.
Matthew fue a su habitación, se quitó toda la equipación de montar y se puso una sencilla camisa negra y unos pantalones sencillos. Intentó peinarse su indomable pelo oscuro, pero, como siempre, fue imposible. Escuchó el sonido de la puerta al abrirse y se dirigió al recibidor. Allí, Alan observaba detenidamente al mozo. Él llevaba una sencilla camiseta blanca que destacaba su morena piel.
-Buenas noches, Dylan. Bienvenido a mi hogar, gracias por venir. Éste es mi padre, Alan, y mi madre, Melissa, está colocando la cena. – Matthew le echó una mirada al hombre, que se retiró – Siento esto. Sé que puede parecer duro, pero en el fondo es buena persona.
-Gracias a vos por invitarme, no merezco estar aquí.
-No diga eso. Os conozco desde hace un par de años y desde entonces os habéis convertido en alguien especial en mi vida – Dylan sonrió. Al noble le sudaban las manos y no paraba de pasárselas por el pelo del nerviosismo. Él realmente quería que todo saliera bien. – Vamos al comedor – El mozo lo siguió por los extensos pasillos de la mansión hasta la sala. Allí, la mesa de piedra transparente estaba adornada con un mantel azul. Encima de ésta, había diferentes platos plateados con comida simple, como ensaladas o carne. Los dos adolescentes se sentaron juntos con los padres de Matthew enfrente de ellos.
Alan los miraba con cara de desprecio, mientras que su madre los observaba con una sonrisa. Ella llevaba su pelo negro, al igual que el de su hijo, recogido en una trenza espiga y llevaba un simple vestido rojo.
-Muchas gracias por aceptar la invitación de mi hijo, Dylan. – dijo Melissa para romper el silencio – Estoy encanta de que estéis aquí y de conoceros. Disfrute de la cena – Todos comenzaron a comer
Matthew, intentando disimular, acercó su pierna a la del mozo y un escalofrió le recorrió el cuerpo de arriba abajo. Pero lo que más le sorprendió fue que él no se apartó. A lo largo de la hora que duró, hablaron de diferentes temas y Matthew se sentía realmente cómodo. Dylan hablaba con facilidad, y le contagió esa soltura al noble. Finalmente se levantaron de la mesa y le acompañó a la puerta. En ese momento si que estaba realmente de los nervios por lo que estaba a punto de hacer. Pero tenía que hacerlo. Deseaba hacer eso desde hacía más de un año. Salieron a la plataforma de la mansión
-Os agradezco esta increíble cena, don Sherwood. Me he divertido mucho
-No es nada, Dylan. Creo que ya ha llegado el momento de tutearnos después de estos años, ¿no? – Éste asintió – Espero que regreses pronto.
El mozo se despidió con la mano, pero justo antes de que se diese la vuelta, Matthew le agarró el rostro con las manos y juntó sus labios con los suyos. Se llenó de él y aspiró su olor. Una explosión de increíbles sentimientos apareció en el cuerpo del noble. Pero poco después, Dylan se apartó colorado y lo miró con cara de sorpresa. Sus ojos café brillaban, pero rápidamente se dio la vuelta y bajó del árbol. Matthew se quedó ahí, parado, después de experimentar el mejor momento de su vida, pero al a vez con un gran vacío en su pecho
Quiero más!! Me encantó la historia y realmente tengo ganas de leer más jaja. Espero que publiques la continuación :P
ResponderEliminarSaludos ^^
Aii muchísimas gracias Flor. Enserio*^*
EliminarBuenísimaaa. Hay un romance gay, por lo que veo. A pesar de ser sólo un fragmento, me parece muy interesante, pensé que seguía... :( También me encantó la idea del pegaso.
ResponderEliminarA seguir trabajando, jaja ¡Besotes!
Aii, muchísimas gracias jo.
EliminarUn beso:D